Jimmy Carter, un cristiano disciplinado y devoto, nunca fue un político brillante y siempre fue la encarnación de la “Centroamérica” honesta y trabajadora.
ATLANTA, EE.UU. – 25 de octubre de 1999: El ex presidente estadounidense Jimmy Carter posa con el ex presidente sudafricano Nelson Mandela en el Centro Carter de Atlanta. (Foto de Gallo Images/Oryx Media Archive)
La nostalgia ya no es lo que solía ser… pero en el caso de la política estadounidense, el circo que es la actual carrera presidencial nos hace añorar los tiempos más simples y, nos atrevemos a decir, más honestos de Jimmy Carter.
Un agricultor de maní de Plains, Georgia, fue presidente del Partido Demócrata de 1977 a 1981.
Un cristiano disciplinado y devoto, nunca fue un político talentoso y siempre fue el epítome de la “Centro América” honesta y trabajadora.
LEA TAMBIÉN: Ex Primera Dama de Estados Unidos y humanitaria Rosalyn Carter murió a los 96 años
Se le recuerda como un mediador global, activista de derechos humanos y estadista veterano, que fundó el prestigioso Centro Carter en 1982 para implementar su visión de la diplomacia mundial.
Su presidencia incluyó los Acuerdos de Camp David de 1978 entre Israel y Egipto.
Fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 2002 por sus “incesantes esfuerzos para encontrar soluciones pacíficas a los conflictos internacionales, promover la democracia y los derechos humanos y promover el desarrollo económico y social”.
Nunca tuvo una pelea y se divorció de su esposa Rosalyn, quien murió el año pasado a los 96 años.
Carter era un hombre de modestia y decencia, rasgos que a menudo brillan por su ausencia en el caos tóxico de nuestro mundo moderno impulsado por la tecnología.
Era un “buen hombre” cada vez más raro.